El duelo es un proceso personal e intransferible,
como el dolor, y cada cual lo vive a su manera. Los
estudiosos de esa faceta humana, tantas veces
aparcada en algún rincón, creen que la muerte
repentina y a una edad en la que no toca, como es el
caso de los accidentados en el autocar de Soria, es
probablemente la más difícil de soportar, porque no
ha habido ninguna preparación para afrontarla y
porque es seguro que han quedado muchas cosas
pendientes. Esas muertes traumáticas dejan al otro
sin aliento y con terribles sentimientos de culpa.
"¿Por qué no hice...? ¿Por qué no dije...?"
Las emociones y pensamientos después de una pérdida
son tantos y tan intensos que necesitan un tiempo
preciso para ser vividos, asumidos y transformados
en algo más llevadero, menos dañino. El duelo tiene
distintas fases, y la primera es un absoluto "shock":
la pérdida, el vacío y el dolor son insoportables.
Puede durar horas, días o semanas. Es la etapa del
"no puede ser".
La realidad tan aparentemente sólida se ha
desmoronado y deja a cualquiera sin capacidad para
responder, para sentir incluso. Desde este estado de
no sentir, no pensar, no ser, todo es más llevadero,
como si la mente y el corazón se anestesiaran.
En la segunda fase, ese vacío y dolor insoportables
dejan paso a la necesidad de expresarse, pero con
una incapacidad total para escuchar. Luego, en la
tercera, vendrá el momento de compartir experiencias
similares con otras personas, porque el vacío y el
dolor ya se han aceptado. Hay grupos de ayuda que
pueden colaborar en esa etapa. Hablan de lo que les
ha pasado a todos ellos y, al recobrar la capacidad
de escuchar, se puede empezar a sentir alivio en las
palabras y los sentimientos de los demás.
Todas esas fases son tiempo de llanto, insomnio,
pérdida de apetito, agotamiento, falta de
concentración, emotividad desbordada, negación,
recuerdos incesantes, desamparo, soledad, depresión,
culpabilidad, ideas de suicidio, ira, miedo. Pero
poco a poco, la pérdida se va transformando, el
vacío empieza a llenarse y el sufrimiento deja de
ser algo constante. Este fase da lugar a un
renacimiento auténtico con todas las connotaciones
de la palabra, en el cual uno surge más fuerte y más
capaz que antes.
Los caminos hacia una recuperación son muchos, y
cada persona suele forjarse el suyo, algunos con
ayuda, otros sin ella. Suele empezar, como todo
cambio importante, con una toma de conciencia de que
el sufrimiento no deja vivir y un acto de voluntad
de querer salir de ese estado. Ayuda enormemente
ubicar al ser querido en algún lugar o en un estado
superior para darle una continuidad. También buscar
momentos de armonía y paz, que se pueden fomentar
por medio de encuentros con la naturaleza, la
música, la lectura y la relajación. El paso
siguiente es la conversión del bienestar interno en
una manifestación real externa y la mejora de la
vida cotidiana haciendo algo bueno para uno mismo.
Vale la pena entonces volver a conectar con las
personas queridas y redescubrir pequeños placeres y
permitirse disfrutar de ellos. Y finalmente,
analizar y valorar las vivencias y ver cuán
enriquecido y fortalecido se está, sabiendo que ya
nadie ni nada podrá separar al familiar o amigo de
esa persona tan querida, ya que se lleva dentro del
corazón en paz y armonía.
Para llegar hasta aquí es importante manifestarse
como cada uno necesita y no temer al propio dolor,
para que no tiranice. La relación con el dolor ha de
empezar por su aceptación. Si no se acepta, no se
puede transformar, y hace aún más daño cuando se
intenta reprimir o ignorar.
La magnitud de la pérdida se manifiesta con tanta
fuerza que a la mayoría de las personas que la
sufren no les deja apartar el dolor. Es vital
tenerlo presente, es vital llorar, es imprescindible
expresarlo y encontrar que por lo menos los demás
aceptan, comprenden y apoyan. Y esto no se puede
hacer si se teme al dolor, si a lo largo de la vida
se reprime todo aquello que podría hacer sufrir, por
muy mínimo que sea, para no demostrar debilidad.
No es de débiles llorar, no es de débiles admitir
que se tiene una sensibilidad que permite ser
humano, sentir, gozar y ¿por qué no?... sufrir. Hay
que dejar de llevar el rechazo de las penas a
cuestas, llorar lo que duele para poder reír y
alegrarse mejor después, disfrutar de la vida, sin
arrinconar lo que se desconoce o teme, y dar a cada
sentimiento su espacio y tiempo.
LA VANGUARDIA - 09/07/2000
ANJI
CARMELO- Autora del libro "Déjame llorar" (Tarannà)
Referencia de la lectura: Tomado de Internet http://www.dueloanjicarmelo.com/duelo/Articulos.htm
Imágenes tomadas de Internet:
reloj de arena: http://catolicidad-catolicidad.blogspot.com/2010/05/el-valor-del-tiempo.html
lágrima: http://www.livinghealthyworldwide.com/livinghealthy-news/livinghealthy-beauty-lifestyle/mental-health/emotional-health/coping-with-grief-loss/
Caminos del duelo: http://helpforthehurting.net/stages-of-grief/
Persona en duelo: http://relationshipdevelopment.com.au/wp-content/uploads/2011/11/Sydney-grief-counselling-how-to-deal-with-the-loss-of-a-partner.jpg
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