Aunque el
dolor, la soledad y los trastornos que
acompañan el duelo no tienen nada de anormal, hay algunos síntomas que deberían
hacer que acudiéramos a un profesional que pueda ayudarnos: médicos, guías
espirituales, responsables de grupos de apoyo, o profesionales de la salud mental (tanatólogos, consejeros de duelo).
Aunque cada persona debe tomar esta decisión libremente, debe plantearse
seriamente hablar con alguien sobre su duelo si presenta alguno de los
siguientes síntomas:
- Intensos sentimientos de culpa, provocados por cosas diferentes a las que hizo o dejo de hacer en el momento de la muerte de su ser querido.
- Pensamientos de suicidio, que van más allá del deseo pasivo de “estar muerto” o de poder reunirse con su ser querido.
- Desesperación extrema, la sensación de que por mucho que lo intente nunca va a poder recuperar una vida que valga la pena vivir.
- Inquietud o depresión prolongada, la sensación de estar “atrapado” por largos periodos de varios meses de duración.
- Síntomas físicos, como la sensación de tener un cuchillo clavado en el pecho o una perdida sustancial de peso, que pueden representar una amenaza para su bienestar físico.
- Ira incontrolada, que hace que sus amigos y seres queridos se distancien o que le lleva a “plantear la venganza” de su pérdida.
- Dificultades continuadas de funcionamiento, que se ponen de manifiesto en su incapacidad para conservar su trabajo o realizar las tareas domésticas necesarias para la vida cotidiana.
- Abuso de sustancias, confiando demasiado en las drogas o el alcohol para desterrar el dolor de la pérdida.
Cualquiera de
estos síntomas puede ser una característica pasajera de un proceso normal de duelo, pero su presencia continuada debe
ser causa de preocupación y merece la atención de un profesional.
Referencia:
Neimeyer Robert. Aprender de la pérdida: Una guía para
afrontar el duelo. Paidós. 2007
Resumido por Edu Emilia Sáez, CP, CT
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