Hoy el pastor en la iglesia leyó como parte de su predica la siguiente carta que salio publicada en el periódico El Nuevo Día. Realmente es necesario un ¡ALTO A LA VIOLENCIA! en nuestra isla de Puerto Rico. La pérdida por muertes inesperadas de nuestros jóvenes, niños, adultos jóvenes, y ancianos son difíciles de procesar por los sobrevivientes.
Las preguntas que me hago ¿dónde están nuestros valores? ¿estamos nutriendo nuestro espíritu? ¿es más importante lo material que la vida de una persona? ¿los valores están invertidos en nuestra sociedad? ¿los modelos del gobierno ayuda a que estas situaciones acontezcan diariamente? ¿nos estamos desensibilizando al ver tantas muertes en la TV?
Comparto contigo la carta...
Autor: Benjamín Torres Gotay
1 de julio de 2012
Estimado
Señor Asesino:
Quiera
la providencia que en esta linda mañana se encuentre bien junto a sus seres
queridos. De nuestra parte podemos decirle que no estamos tan bien como
quisiéramos. Sus acciones durante los pasados días, o más bien durante los
pasados años y décadas -perdone que seamos tan francos- nos han cubierto de
dolor y de miedo, sensaciones que son como una materia viscosa que nos ahoga y no
nos deja vivir en paz.
Lo
llevamos a usted siempre en el pensamiento, pero no porque lo querramos mucho,
como debería ser, sino porque donde quiera que nos paramos, o, peor aún, se
para alguien a quien queremos, tenemos el temor de que usted se nos aparezca y,
porque le miramos mal o tenemos una casa, un carro, un televisor o un fajo de
dinero que usted desea, ¡bang!, nos meta en un tiro en el pecho o en el corazón
y nos deje ahí, tiesos.
Ahora,
tenemos que ser francos y reconocer también que su vida tampoco es, ni ha sido
nunca, fácil. Sabemos que desde que nació no ha visto a su alrededor más que
violencia, odio y materialismo. Sabemos que no puede dar amor porque el amor es
como una cuenta bancaria en la que si no se deposita no hay de dónde sustraer y
si a usted nunca le dieron, pues tampoco tiene para dar.
También
sabemos que muchos de ustedes tienen condiciones mentales y emocionales que
nunca fueron diagnosticadas ni atendidas, porque el sistema de seguridad social
en el país que compartimos es como una inmensa tela llena de agujeros por los
cuales los más vulnerables caen al vacío sin que volvamos a saber de ellos
hasta que se nos aparecen después en una pesadilla de la vida real apuntándonos
a la cabeza.
Ustedes
fueron, lo sabemos aunque no quisiéramos reconocerlo, enviados a escuelas
vetustas donde no les enseñaron nada que les pareciera relevante, que se
criaron con las más grandes privaciones y que vivieron con la angustiosa
sensación de que la sociedad no tiene nada que ofrecerles y que lo que obtengan
tienen que hacerlo por la fuerza.
Entendemos
que por décadas los hemos estado confinando a esos campos de concentración
modernos que son los residenciales públicos y las barriadas, donde se les ha
estado amamantando de la teta del estado para que no molesten. Sin embargo, un
día vieron que, más allá de las paredes del caserío, hay una riqueza de la que
quisieron participar, pero sin que les hubiésemos dado las herramientas para
hacerlo de manera legítima.
Además,
usted creció viendo a algunos teniendo demasiado, mientras muchos tenían muy
poco. Así, cuando se encontró en la calle con uno de los que tienen más, no
sintió ninguna empatía emocional e hizo lo que fuera para quitarle algo de lo
que a usted se le hizo sentir que necesitaba.
Usted,
para ir resumiendo, sabe mejor que cualquiera de nosotros que la historia esa
del que sale de la desgracia y se hace un ciudadano próspero es una historia
romántica hecha para adormecernos, porque cuando no se da esa herramienta
indispensable que es la educación de calidad el que lo logra es ‘a pesar de’ y
no ‘gracias a’. Hay cómo salir del estercolero de la marginación y la
violencia, de eso no hay duda. Pero es tan estrecho el camino que son muy pocos
los que caben.
Ahora,
casi para concluir, es necesario que paremos un momento y nos miremos a los
ojos y nos digamos algunas dolorosas verdades. Nosotros, los que no matamos,
reconocemos con la mano en alto que hemos dejado que el país se nos convierta
en esta fábrica de asesinos, con nuestra tendencia a simplificarlo todo, a
aceptar la filosofía de vida de que se vale por lo que se tiene y no por lo que
se es, a no pedir cuentas y a vivir encerrados en nuestras cuitas sin mirar ni
un momento más allá.
Pero
usted, estimado señor asesino, tómese un momento y piense en que todo lo antes
expuesto explica por qué siente que tiene que andar por ahí armado y matando.
Pero no lo justifica. Es difícil, ya lo hemos reconocido, pero no imposible,
tener un poco de humanidad y hacer las cosas bien. Todo el que ha conocido a un
asesino y ha visto más allá de la envenenada mirada, sabe que, en el fondo, es
tan humano como cualquiera de nosotros. Usted no es diferente.
Denos
tiempo, que habemos algunos que, lentamente, y contra todo obstáculo,
ambicionamos, y vamos algún día a lograr, un país en el que menos gente sienta
que tiene que matar para lograr algo.
Mientras
tanto, el reclamo es simple, demasiado simple: no mate.
Que
tenga un lindo día.
Referencia: http://www.elnuevodia.com/blog-cartaaunasesino-1290680.html
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